Esta fase solo se cumple cuando el equipo fue conformado por un tiempo determinado y se denomina Disolución en el modelo de Tuckman y Terminación o FD5 en el modelo Blanchard.
Alcanzado el propósito para el que se creó el equipo llega el momento de su disolución, y el líder debe gestionar la sensación de pérdida que existirá entre quienes formaron parte del grupo. Este proceso puede ser muy estresante para todos, por lo que lo ideal es que esté planificado de antemano, de forma que la reasignación de los integrantes del equipo sea lo menos traumática posible, recordándoles lo que han logrado y el orgullo de haber pertenecido al equipo.
El reto en esta fase es mantener la motivación y los resultados del equipo mientras se realizan las actividades de cierre; el reconocimiento y la celebración son importantes rituales que ayudan en este proceso.
Desde una perspectiva organizacional es importante destacar el reconocimiento de la vulnerabilidad de las personas que se puede originar en la quinta etapa de Tuckman, particularmente si los miembros del equipo han estado muy unidos y sienten inseguridad o amenaza ante este cambio.
En el modelo Blanchard, esta última etapa incluida en 1977, doce años después del modelo original ve al equipo desde una perspectiva global e integradora, más allá del propósito de las cuatro primeras fases. En esta fase el equipo contempla su disolución y sus miembros se pueden mover a nuevas tareas o proyectos, sintiéndose bien por lo que han conseguido. Es importante entender estas fases de desarrollo en un equipo para identificar las necesidades en cualquier punto de su ciclo de vida; entender las necesidades es un aspecto crítico, ya que permite al líder y a los integrantes adoptar las acciones necesarias para que el equipo se haga cargo y recorra el camino de su evolución con sentido de consecuencia.
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